en el tram
by
Marion
- jueves, junio 16, 2016
Nigel Van Wieck |
Cuando viajo en el transporte público, me da la impresión de asistir a un desfile de recuerdos, que aparecen y desaparecen al otro lado de la ventanilla.
Paso por los escenarios de mi vida construida a lo largo de
este último año:
- El parque, cuando me bajé con el corazón en la garganta durante una guerra contra el reloj y el vehÃculo. Aquel dÃa perdà el autobús de las 11 y me perdà en la periferia, asumiendo lo que podrÃa llamarse la paz de los derrotados. Claro que antes inquieté a unos cuantos desconocidos mientras lloraba en un banco y aferraba el teléfono con fuerza.
- El mar, siempre visto de lejos, nunca en mis tobillos, una promesa vaga en el aire.
- El portal, allà donde la chica enterró la cabeza entre sus rodillas una madrugada mientras su amiga en la oscuridad le frotaba la espalda, mientras todos mirábamos a salvo detrás del cristal.
Oscurece en el vagón y mi mirada se fija entonces en una hormiga. A saber cómo ha llegado a parar ahÃ, en medio de un entorno que no conoce, intentando ocuparse de sus asuntos, ajena a todo lo demás. Un impulso sombrÃo me dice que podrÃa aplastarla sin más, y ahà acabarÃa todo. Es el mismo impulso que me hace pensar una milésima de segundo en saltar a las vÃas del tren, o lanzarme contra el primer coche que atraviesa colérico el espacio frente a mÃ, pese a no sentir deseo alguno de suicidarme.
Deshecho ese pensamiento y cierro los ojos, pero todavÃa oigo, todavÃa oigo, y escucho a los hombres sentados a mi derecha, que a su vez pasan por los escenarios de su vida y recuerdan y rÃen.
SolÃa hacer este recorrido a pie, todos los dÃas, solo para ir y jugar al baloncesto...
A mi lado de la ventanilla, los niños corren y viven y un dÃa recordarán como los dos hombres de mi derecha, porque asà debe ser, y asà es, y asà será.
La luz ilumina una cara anciana algunos asientos delante mÃa; es de un hombre que viaja solo, y recuerdo repentinamente a mi abuelo, las caracolas y el olor a mar dentro de la casa de playa. La sal cubrÃa los muebles y todo era pequeño y libre de pecado y
y aquà estoy ya, siempre reaccionando antes de mi parada, recogiéndome entera, por miedo a perderme otra vez en mis pensamientos, no saber volver hasta que sea demasiado tarde.