diario de viaje: Galicia (y un trocito de Portugal)
by
Marion
- miércoles, agosto 24, 2016
"Sometimes there's so much beauty in the world, I feel like I can't take it, and my heart is just going to cave in." Ricky Fitts.
Vi tantas cosas impresionantes en una semana, que ya no podía sentir más. Me limitaba a observar, alimentar a mis ojos y mi alma y capturar ese momento para que la nostalgia hiciese su trabajo en el futuro.
El norte es bello, tremendamente sobrecogedor, sobre todo tras cruzar la Castilla dorada y áspera, con sus interminables campos amarillos y las aves rapaces sobrevolándolo todo.
Pero el verdeazul abruma de una manera distinta. Abruma de una manera que he esperado durante mucho tiempo.
DÍA 1. Primera parada: Santiago. La ciudad de piedra respira y las flores se abren camino a través. Respira, inspira. Huele a cuero, comida, frío. El suelo empedrado resuena con las miles de pisadas de peregrinos en la enorme plaza y a lo lejos se escucha una gaita, un tambor. La luz golpea suavemente la fachada, y tiemblo.
En una esquina de la calle hay varios jóvenes apilados, durmiendo unos encima de otros, las mochilas no muy lejos. Tenían la más pura expresión de humildad estampada en sus rostros cansados.
Nos hemos traído el buen tiempo con nosotros, y yo no podría rezar más por lo contrario.
DÍA 2. Me mojo los pies en el Atlántico y subo a lo alto del mundo, escucho hablar de los poblados celtas con sociedades matriarcales. El viento es espeluznante, al igual que las vistas, pero hace muchos años allí hubo vida, y permanece. No hay nada que hacer contra la voluntad inquebrantable del hombre.
Por la tarde, descendemos hacia Portugal y visitamos una ciudad pequeñita en la frontera, Valença do Minho, donde los turistas inundan las calles y los azulejos hacen acto de presencia, junto con la saudade. Ojalá volver a Oporto, ojalá volver a Lisboa, pero llevamos las horas contadas y no podemos permitirnos locuras. He aquí nuestro invitado incómodo: el tiempo.
Hablamos en castellano y nos responden en portugués: la conversación fluye sin apenas obstáculos. Me fascina la cadencia de esta lengua, es uno de esos idiomas que no me cansaría de escuchar, como el gallego.
DÍA 3. Puede que mi día favorito, ¡porque por fin llueve! Y es una lluvia distinta de todo lo que haya visto antes, una lluvia fina que te empapa sin apenas darte cuenta. El paisaje coge un tono agrisado, las nubes se desploman y se funden con los tejados y las montañas. Vigo es maravillosa, huele fuerte a mar.
Combarro es un pequeño pueblo de Pontevedra hermanado al mar, del que solo me dio tiempo a recorrer una larga y estrecha calle, con bares y tiendecitas de artesanía a los lados. Me hubiese gustado muchísimo ver el ambiente de noche, ya que de por sí el pueblo posee un aura mágica incluso a luz del día. Las calles laterales desembocan en la ría, o en escaleras llenas de flores.
Luego tocó La Toja, y ya desde el momento de cruzar el puente (aguantando la respiración, como dice la tradición), nos deslumbra la pureza del lujo, la sencillez de lo idílico.
Hubo paseo en barco. Quizás fuese la comida y la bebida, pero al acabar todos nos sentimos benditos, llenos de risa y sol. Me guardo ese buen momento en mi memoria: pasear por una ciudad preciosa, con la brisa marina en los cabellos y paz en nuestros corazones.
Ni las casas, con sus fachadas blancas o desbordantes de color, ni las subidas, ni las bajadas, ni siquiera la pequeña plaza a la sombra de los árboles donde paramos brevemente a tomarnos algo.
No obstante, y todavía hambrienta, me precipito a seguir explorando, muriéndome de ganas de contemplarlo todo, muriéndome de impotencia de no poder, ¿serviría de algo pedirlo por favor?
Por favor, déjame quedarme en esta ciudad para siempre.
Probablemente no. Por eso atravieso la plaza corriendo, lanzándome a la siguiente calle.
Era consciente de que nos pilló un tiempo demasiado bueno para ser cierto, pero no por ello me decepcionó menos ver el cielo limpio de nubes. No obstante, las playas eran preciosas y la marea parecía descubrir metros y metros de arena, una extensión larguísima hasta llegar a la orilla.
También se dice que, una vez abandonas Finisterre, dejas un trocito tuyo allí y vuelves a comenzar de cero desde ese lugar. Renaces. Vi cientos de marcas humanas, nombres, fotografías e incluso placas recordando a los fallecidos o conmemorando eventos. Yo también dejé la mía, una pequeña marca entre aquella multitud de personas, diciendo yo también he estado aquí.
Esa noche, después de la queimada nos escapamos a una verbena del pueblo, y caminamos un largo rato por la carretera hasta llegar a una erupción de ruido y luces. Solo una hora más, ya dormiremos en el camino de vuelta. Y eso hicimos.
Milestone.
Lugares dignos de mención:
Lugares dignos de mención:
· Ermita de San Sebastián (La Toja)
· Castillo de Monterreal (Bayona)
· Cascada del Ézaro (A Coruña)
· Torre de Hércules (A Coruña)
· Mirador Sta Trega (Pontevedra)
· Mirador Sta Trega (Pontevedra)
Os dejo con este fragmento de un poema de Rosalía de Castro, a quien tengo muchas ganas de leer detenidamente.
"Adiós, rios, adiós fontes;
adiós, regatos pequenos;
adiós, vista dos meus ollos,
non sei cando nos veremos."